lunes, 11 de noviembre de 2013

Desayuno.



Se azota solitario gris
gusano inquieto
hincado bajo el humo
en su ceguera erguida
suelos descalzos
que no alcanzan
ni para acordarse,
de las llamas
al rojo vivo
de su boca negra.

Sorna maleva,
improperio del tiempo
en la agrietada espera,
la vida corre
bajo mis uñas toda
y la tierra;
que bajo ellas yacen,
se ha declarado en venta.
Que quede lo impuro
entre paréntesis,
que duela el olvido
de la ciudad muerta...

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Dile a las palabras que no se callen,
al silencio que ayude y a los gritos que esperen,
que allá voy, o vamos, a seguir escribiendo.