lunes, 14 de julio de 2014

La última noche del otoño



A empezar por algún lado,
al borde del mar casi tierra,
ciudades raras extrañas,
muertos que hacen carga,
lastres en órbita incongruente.

Rescatar al primer insolente
habitante de las marismas
de sus alas añejadas, filosas
secretos empedrados,  llaves
que nadie más que uno atesora...

Dejar de contar las horas
que no caben en un día,
desarmar sus sueños de elefantes
y decir: Aquí estoy...
la sangre, la memoria agitada.

Lavar la niebla y la nada
desprovista en esa mirada trigueña,
regalarle una sonrisa a sus pestañas
cansadas, llenas de desesperanza,
un minuto de eternidad sin suspicacias.

Y seguir.... sin pedir ser recuerdo
aunque el olvido en tus manos
sea corto, tu amargura mi veneno,
vuela, vuela alto como si fuera
la última noche clara del otoño.
Dile a las palabras que no se callen,
al silencio que ayude y a los gritos que esperen,
que allá voy, o vamos, a seguir escribiendo.